Bernardino, una bodega al día
El fundador del negocio lo inició como pequeño local en Benalúa en el que pudieran reunirse grupos que más que clientes eran amigos

El culto a la amistad y el respeto hacia las personas fue el motivo principal que en el año 1942 motivó a Bernardino Segura Fuentes a habilitar un local en el que un grupo de vecinos y amigos del barrio de Benalúa, pero en ningún momento considerados como clientes, pudieran compartir momentos de asueto. El primer intento surge en la
calle Foglietti, 38, frente a la iglesia parroquial. Y allí aparecen unas mesitas con sillas, que de vez en cuando soportan un porrón de vino, algunos cacahuetes y otros frutos secos, junto con altramuces. Allí se habla del estraperlo, del Hércules, del Alicante del
chalet de Prytz, de la actividad de la Peña y del
Casino, de la pesquera y de la hoguera. Pero en ningún momento sale a la palestra éste o aquél vecino. La fidelidad de los amigos hace que sus tertulias trasciendan y lo que con los años se convertiría en clientela, aumente considerablemente y ello obligue a reconsiderar el tema. De esta consecuencia surge una doble vertiente: la ampliación de la bodega, no en lo que se refiere a la superficie del local que la alberga, sino al contenido, y, el bar. “Así transcurren algunos años, en los que, incluso, se llega a adquirir el formato de restaurante y se sirven comidas, pero al no ser la idea primordial de mi padre, poco a poco se va desprendiendo de aquéllo que no considera necesario y se traslada de local. Pero no solamente en la misma calle, sino una puerta más allá”, señala su hijo Bernardino Segura López que con 17 años se hizo cargo del negocio. Ahora, en primera línea actual, lo ha cedido a su hijo –protagonista de la tercera generación–que tan solo varía el segundo apellido, que es Tornado. Desde que el hijo del creador de la firma comercial tomara el rumbo, la empresa se ubica en el espacio que ocupan los números 34 y 36, donde se encuentran vinos, licores, coñacs, sidras, brandis, cavas, nacionales, vinagres antiguos y Jerez, tanto nacionales como españoles. Se conservan marcas tradicionales y de solera. Desde una nave industrial en el polígono de Babel se sirve a domicilio a través de una plantilla de nueve empleados, de los que el más veterano, Manuel, lleva 33 años en la empresa. Le siguen dos que se llaman Pedro, Javi, Raúl, Benjamín, Lola y Juan. Surten a establecimientos de la capital y provincia y Bernardino Segura afirma que, “el cliente cada vez es más entendido”.
Artículo publicado por Alfredo Aracil en Las Provincias, el martes 7 de febrero de 2006