En una entrevista al Diario Información en el año 1987, Remigio Soler narraba, entre mares de recuerdos, el ambiente que se vivía en Benalúa en los años 50 del Siglo XX.
Entre aquellos datos, no podía faltar la importancia de los comercios tradicionales del barrio, que tanta actividad dieron y a tanta gente nueva atrajeron hasta Benalúa.
Nos gustaría poder acercarnos un poco más a la historia del barrio vivida desde los comercios y las industrias que rodearon el barrio, puesto que son parte inseparable del desarrollo de Benalúa desde sus inicios, ya que abastecieron a este pequeño "pueblo" aparte de Alicante, dieron trabajo, y seguro que muchísimas anécdotas e historias que están todavía por contar.

Esto es lo que recordaba Remigio Soler sobre el comercio benaluense:

Recuerdo a los hermanos Rafael y Antonio Carratalá, conocidos amistosamente por "Los bombos", maestros modelistas de fundición, que junto con los talleres de Carlos Domenech, Aznar, Antonio Blanes, Salas, Limiñana, eran la flor y nata de la metalúrgica de la capital.

En cuanto a vinos, recuerdo siempre a las bodegas de Federico Madrid, Dupuy, Gaubert y los grandes almacenes de la Comercial Belo, en el paso a nivel. Vinculados a éstos, recuerda a los toneleros: los hermanos Garnero, la familia Congost, los zapateros remendones de las calles Capitán Dema, Aguilera, García Andreu y Pardo Gimeno.

Y luego, los comercios: el taller de guarnicionero, junto al bar Villena; el taller de carros de Borreguero, en la calle García Andreu; las panaderías de Segura, Guerrero, Espí y Beneyto, junto con la tahona en "la Placeta"; la pastelería de Corbi; las carbonerías de Santos y Corbi, en gran escala y la otra al menudeo, en la calle Alona; las serrerías, en esta misma calle donde hoy se encuentra un edificio.

Recuerdo la Telefónica y la de Villagrasa, situada donde hoy se ubica la Comisaría de la Policía Nacional; las escuelas de Don Francisco, en la calle Maestro Flores; el grupo escolar en García Andreu, y la Academia "Mira Leal", en Foglietti, junto con el colegio de las Teresianas, pegado al Chalet de Prytz y las Salesianas, frente a la cárcel, así como el parvulario de Dª Finita. La cerámica llamada "El tejar", en lo que hoy es la calle Isabel la Católica y a la que yo iba a por arcilla para mis obras.

El bar "Benalúa", la bodega de Ramona, el kiosco del "tío" Pepe, en la plaza, junto con la "Peña", el Casino y el bar "Montesinos"; el bar "Villena" con la "bodeguita" a su costado, eran los únicos lugares donde los hombres solían tomar el vermut o el café. Las mujeres, por su parte, tenían las tiendas de José, Antonio "El cariñoso", Maripepa, Bernabé, las verdulerías de la señora Carmen y la de Pepín y otros dos comercios en la plaza que en los años ochenta todavía existían: Visitación y Matilde; las carnicerías de Pepito Bou y Felicidad; la droguería Azuar, eran los locales de cita cotidiana. Con las pescaderías de Ruiz, en la calle Pérez Medina y la de Paco, en la plaza, el servicio estaba cumplimentado. Las peluquerías de caballeros se podían encontrar en la plaza, la de Torres y la de Tomás, la de Ireneo, en la calle Pérez Medina y la farmacia de don Antonio, en la plaza, como remate.