LOS PRYTZ Y SUS FANTASMAS (II)

lunes, 13 de marzo de 2017

11.01.2016


En el artículo anterior supimos cómo los hermanos Carlos y Manuel Prytz Antoine heredaron de sus padres, hacia 1912, una importante empresa de exportación de almendras que tenía sus oficinas y almacenes en el alicantino paseo de Soto. La regentaban a través de la sociedad Prytz y Compañía, la misma con la que fundaron una banca privada.


Carlos


Carlos era dos años y medio mayor que Manuel. También era más discreto.


Nació el 4 de julio de 1873 y fue bautizado ocho días después en San Nicolás con los nombres Claudio Carlos Gaspar.


Vivió en el piso superior del edificio que albergaba las oficinas y almacenes de la empresa de exportación de almendras, en el paseo de Soto. Un matrimonio formado por Ramón Gené y Pilar de Llamas le servían como chófer y criada, respectivamente, a los que demandó en diciembre de 1928 por hurto.


De carácter más tranquilo que su hermano, Carlos supo reparar algunos de los desaguisados cometidos por Manuel, sobre todo durante su juventud. Como aquella vez en que éste provocó un peligroso conflicto laboral en la empresa de exportación de almendras. Sucedió en la tarde del 12 de septiembre de 1913, cuando el almacén todavía estaba en la calle Cano Manrique. Las operarias Vicenta Serra y Milagrosa Antón discutieron con el encargado del almacén por la forma poco equitativa, a juicio de ellas, que se había empleado para repartir el trabajo a destajo de elección de almendras. La discusión fue acalorándose y entonces intervino uno de los patronos, Manuel Prytz, quien acabó despidiendo a Vicenta y Milagrosa, en presencia del resto de operarias. Una de ellas, Francisca López (de 22 años, soltera y residente en el barrio de San Blas -calle Juan Ortega, 34-), salió en defensa de sus compañeras y, tras discutir airadamente con Prytz, fue igualmente despedida. Pero comoquiera que sus protestas arreciaron, el patrón le dio un fuerte bofetón, que le provocó una hemorragia de nariz y boca. A la vista de lo sucedido, todos los obreros y obreras que se hallaban en aquel momento en el almacén se amotinaron, abandonando el trabajo e increpando al patrón y al encargado. Mientras Manuel corrió a esconderse en su despacho, alguien avisó a la policía. Varios agentes de Seguridad se personaron en el almacén y custodiaron a Manuel hasta un coche que se hallaba preparado en la calle de atrás, entre las furiosas protestas de los obreros. Algunos incluso salieron a la calle Ramales con la intención de impedir la fuga del patrón, originándose un tumulto en el que resultó contusionado el guardia Ramón Martínez, curado posteriormente en el dispensario de la Cruz Roja. Manuel salió indemne, pero muchos de sus empleados se congregaron frente al Gobierno Civil para protestar por su agresión a la operaria Francisca López, quien fue curada en la Casa de Socorro.


Pues bien, gracias a Carlos, que supo apaciguar los ánimos con rapidez y efectividad, todos los trabajadores del almacén reanudaron la faena al día siguiente, incluidas las tres operarias que habían sido despedidas.


Y tras la muerte en Barcelona de su hermano Lorenzo, en 1922, Carlos se desplazó hasta esta ciudad para hacerse cargo de los gastos del entierro y de recoger a su sobrino Hugo, de 7 años, a pesar de que la tutoría de éste había recaído en Manuel, por expreso deseo del fallecido.


Carlos murió, soltero, en la madrugada del 6 de febrero de 1932. Su entierro se convirtió en «una imponente manifestación de afecto obrero (?). En el acto formaron representaciones de todas las clases sociales pero destacó la de los trabajadores (?). Y cerrando el triste cortejo las obreras y obreros de la Casa Prytz y numerosísimos de otros talleres, fábricas y almacenes» (Diario de Alicante, 8-2-1932).


Don Manuel o Manolo


Nació el 4 de diciembre de 1875 y fue bautizado en San Nicolás catorce días después con los nombres Alfonso Manuel.


Aunque tenía nacionalidad sueca, este empresario y banquero demostró su amor por Alicante repartiendo todo su patrimonio entre diversas instituciones de la ciudad. Fue cónsul de Suecia, Noruega y Panamá, pero también «foguerer» y presidente del Casino y de la Sociedad Económica Alicantina de Amigos del País.


Construyó o compró varias casas urbanas. Por ejemplo, en las calles Alcalá Galiano (1919) y General Álava (1932), o en el barrio de Benalúa (varios chalés, según Diario de Alicante -14-1-1933-). También hizo construir en 1932 un nuevo panteón familiar en el cementerio municipal, al que trasladó los restos de todos sus familiares directos.


Cuando se proyectó la construcción de un nuevo Mercado de Abastos en la plaza de Balmes y terrenos adyacentes (1910-1914), Manuel se encargó de coordinar la cesión de dichos terrenos por los propietarios (entre los que se encontraba él) al Ayuntamiento. El precio total de la cesión ascendió a 14.613'19 pesetas, de las que el marqués del Bosch se embolsó el 75%.


A primeros de noviembre de 1932, el Club Rotario de Alicante, con su presidente a la cabeza (el joven arquitecto Juan Vidal Ramos), pidió a Manolo (sus parientes y amigos le llamaban con el hipocorístico) que donara su finca Bella Vista para el jefe del Estado. Aceptó encantado, pero poniendo varias condiciones: que la finca nunca fuera enajenada, que se destinase a residencia invernal del presidente de la República o para estancia de visitantes ilustres, que continuasen viviendo y trabajando en ella los dos labriegos que la cuidaban, y que el Ayuntamiento se hiciese cargo de la conservación permanente del panteón de los Prytz después de su muerte. El Ayuntamiento aceptó estas condiciones y, desde mayo de 1933, el jardinero y el guardia de la finca pasaron a cobrar seis pesetas diarias de las arcas municipales.


La finca Bella Vista había sido comprada por el padre de Manuel a mediados del siglo anterior. Diario de Alicante, en su edición del 5 de noviembre de 1932, publicó un amplio artículo en el que uno de sus reporteros hace una detallada descripción de dicha finca, que visitó en compañía de su propietario. Conduciendo «un magnífico Hispano», Manuel llevó al periodista hasta la finca, situada a cuatro kilómetros de la capital. Con un parque de más de 22 hectáreas y un bellísimo palacete recién construido (de tres plantas, con habitaciones capaces de alojar a 40 personas), campo de tenis y pista de patinaje, estanque, invernadero, jardines y magníficas estatuas, esta finca había albergado a ilustres visitantes, como Isaac PeralGaldósSagasta y Castelar. En el álbum de Buena Vista podían leerse emocionados autógrafos: «Buena-vista es un edén deliciosísimo, donde sus afortunados poseedores han reunido al explendor meridional, el órden reflexivo de las razas del Norte» (Castelar).


El Ayuntamiento correspondió a esta donación concediéndole la medalla de oro de la ciudad el 5 de noviembre de 1932. En febrero de 1935 el Consejo de Ministros también le concedió la Cruz al Mérito Militar, en agradecimiento por la labor que desarrolló dos meses antes durante la visita que realizaron a Alicante el embajador plenipotenciario de Suecia y una importante delegación de la Armada sueca.


Pero Manuel vendió su empresa de exportación de almendras y a punto estuvo de abandonar Alicante debido a los insistentes rumores que le acusaban de evadir capital. Desistió y mantuvo su residencia en Alicante después de que una inspección realizada por el juez especial encargado de instruir los sumarios por evasión de capitales y el delegado del Gobierno en el Centro de Contratación de moneda, venidos expresamente desde Madrid, resolviera que la contabilidad de Prytz y Cía. estaba libre de toda sospecha. Y lo que para él fue aún más emotivo: una delegación de las operarias de los almacenes de almendra le hicieron un sentido homenaje, pese a que ya no era su patrón.


Siempre procuró llevarse bien con los gobernantes, fueran del signo que fueran. El 13 de marzo de 1940, el alcalde franquista Ambrosio Luciáñez le remitió una carta pidiéndole una donación para la reconstrucción del monasterio de la Santa Faz. Manuel le respondió comprometiéndose «a tomar a mi cargo el importe de todo el presupuesto, o sea, las 150.000 pesetas». 


Cuando donó la finca Buena Vista a la ciudad, Manolo Prytz dijo: «¿Para qué necesito yo una casa aquí y otra igual en la ciudad? No es justo ni preciso». La casa de la ciudad a la que se refería estaba situada en el barrio de Benalúa, concretamente en el número 6 de la calle Foglietti: «un bellísimo hotel, cuyos balcones muestran los escudos de los tres países que el propietario representa de modo acertado y dignísimo» (Blanco y Negro, 25-12-1932).


La semana que viene contaremos el final de la vida de Manolo Prytz y de cómo se convirtió en fantasma.


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