"Cuento de mi barrio"
jueves, 3 de enero de 2008Pertenece a la colección del Ayuntamiento de Alicante.
Un regalo de nuestro amigo Daniel Moya.
Los gorriones inquietos, desde las copas de los árboles cercanos a ellas miraban el momento más oportuno y mejor para poder tomar parte en ese medio festín del pan nuestro de cada día.
Un hombre que estaba mirando lo que ocurría sentado en un banco, cerró sus ojos unos segundos y soñó. Soñó que estaba en otros tiempos y en otras navidades, los amigos de la Lcalle y del barrio aparecieron y se vió entre ellos… “el Farina”, “el Besonet”, “el Pirri”, ” el Chimo”, Ferriz, y hasta el monagillo, “el Pitucha”, y otros muchos más, todos tenían la costumbre por esas fechas el arrastrar unas hiladas de botes, latas y algún guardabarro viejo que lo hacíamos pasar por todas las calles, produciendo ruido y llamando la atención a los vecinos del barrio, con el fin de recordarles la Nochebuena y nuestros aguinaldos.
En ese recorrido vimos a D. José el cura, que pedía a sus feligreses para ayudara los necesitados. Los donantes especiales eran todos los comercios… y en la Iglesia Dª. Ramona y su secretaria Loreto preparaban los religiosos actos , dejando eltemplo mas limpio que una patena con la ayuda de otras personas, con la ayuda de otras personas como correspondía al día del nacimiento del hijo de Dios.
En la parte baja del templete de la música, ya estaban los puestos de venta de la cascarruja, las castañas, almendras, nueces, bellotas, avellanas, pasas, higos,… todo ello en sacos y en cantidad, las mujeres y hombres que habían desplazado con sus carros y mercancías de los pueblos de la montaña, sabían de antemano que tenían la venta asegurada.
Para no ser menos, el tío Quiles, el datilero del barrio, llevaba puesto su blusón de color negro satinado, el de las fiestas, su sitio de siempre lo tenía al completo, sus capazos y sus seras de esparto estaban llenas de dátiles., los naturales amarillos de sol y jugosos, los adobados, esos nos los comíamos con la vista… D. Julián Ruiz con su castiza capa, y D. Bernabé Biosca el de la fábrica de conservas, cerca del datilero tarareaban… Donde va la caravana, con sus camellos en fila, donde va la caravana de berbería. El buen hombre sonriente les ofreció un puñado de sus ricos frutos.
Los chavales en la Gran Vía encontraron a Paquito Carrátalá, que con una pelota hecha de papel y trapos, les invitaba a jugar un partido en lo que fue el hueto del tío Pato, en el campo pequeño, al lado de la casa destruida y lindando con los del equipo del acero. Un rato más tarde se rompía la pelota y también más de una alpargata, entonces fueron a los paredones de la estación de Murcia donde las charcas eran heladas mientras unos levantaban las placas de hielo que se había fonnado, otros patinaban , y más de uno al resbalarse y caerse de culo rompían la superficie mojándose pantalones y trasero.
Cansados fueron a la placeta , y en la fuente quisieron limpiarse un poco, pero aún les quedaba ganas de más juego… los grifos dorados y sus aguas no les limpiaron, les empaparon hasta los huesos. En casa les cantarían las cuarenta y los mayores les harían entrar en calor, eso seguro.
Y el hombre como un niño se fue a su Gran Vía, alzó los ojos y aún pudo ver media docena de palmeras y las casitas de la calle de la Cerámica. Las dos chimeneas altas que se alzaban al Cielo como queriendo llegar a el estaban calladas, las estrellas, la luna blanca como la plata dormitada, y en esa quietud se escucharon unos villancicos,… la palabra PAZ sonó clara. Al hombre se les humedecieron los ojos llenos de AMOR… cercana la NAVIDAD.